¡Hola!
Cite dois políticos brasileiros mais conhecidos no exterior nos últimos tempos. Você respondeu Lula e Dilma? Estou com você, acho que os dois são os mais falados mundo afora nos últimos tempos. O texto que segue fala justamente sobre os dois.
Só para lembrar a tradução que segue é livre.
Boa semana de estudos para todos.
Adinoél Sebastião
adinoel@estrategiaconcursos.com.br
adinoel.sebastiao@gmail.com
Texto
El mito de Lula y el antimito de Dilmar
Brasil está cambiando, a mejor, gracias a una antítesis: el mito de Lula frente al antimito de Dilma. Son dos caras de una misma moneda, ambos responsables del salto dado por Brasil hasta convertirse en la sexta potencia económica del mundo. El mito de Lula, creado a través de sus méritos de genio de la política y de su biografía de niño pobre del norte que huyó con su familia a la rica São Paulo en busca de trabajo; y que de limpiabotas y vendedor ambulante, sin poder estudiar, pasó a fundador del mayor partido de izquierdas de América Latina y sindicalista de hierro, se nutre de superlativos. El antimito de Dilma está más bien basado en los diminutivos.
El mito de Lula quedó consagrado por Obama, cuando calificó al líder brasileño en la cumbre de su gloria de “político del mundo”. Su mito vendió al mundo no sólo las posibilidades aún en ciernes de un Brasil con mil sombras y lagunas, sino del país ideal donde todo, hasta la sanidad pública “había alcanzado la perfección”. A Lula le bastaba decir, fuera y dentro del país, que en Brasil ya no había pobres, que Europa tenía que aprender de aquí, o que se habían construido millones de casas populares, para que sus palabras se transformaran en la realidad percibida, porque los mitos no se equivocan ni son discutidos. Pero Lula también creó realidades muy concretas, como la llegada a la clase media de 30 millones de pobres. El mantenimiento de la política económica liberal de su antecesor Cardoso, fue imprescindible para devolver a Brasil su orgullo nacional perdido y proyectar el país a nivel planetario haciéndolo objeto de deseo de los empresarios de medio mundo.
¿Y el antimito de Dilma? Curiosamente a ésta la llevó al poder Lula con la fuerza de su popularidad y la promesa de que ella continuaría el mito de un Brasil ya perfecto. Dilma, sin embargo, ya en su primer año de gobierno se ha revelado como un verdadero antimito. Su fuerza es la ausencia de hipérboles; su eficacia, la fuerza de sus gestos simbólicos. Lula gritaba, Dilma susurra o grita sólo en privado a los ministros que no ofrecen resultados en su gestión. Habla poco, no le gusta aparecer. Trabaja en el palacio presidencial todo el día. Sale sólo lo indispensable y, en general, de mala gana.
Cómo se explica que en un país acostumbrado al mito de Lula que lo ocupaba todo con la fuerza de su carisma, la discreta Dilma le haya superado —y ampliamente— en consenso popular tras un año en el Gobierno y apareciendo justamente como un antimito? Aunque es aún pronto para responder a esa pregunta, algunas respuestas empiezan sin embargo a pergeñarse. A los brasileños les está agradando el carácter simbólico y antihéroe de Dilma que ha usado muy poco su biografía de ex guerrillera, de ex presa y ex torturada durante la dictadura militar, y que es capaz de no negar lo que a Brasil le falta aún para ser de verdad un gigante americano.
Ante la sociedad y sobretodo en privado, ante sus ministros y altos funcionarios, Dilma se irrita con lo que en Brasil aún no funciona: sus infraestructuras, su violencia crónica, su falta de eficiencia en la gestión de la máquina pública, la carencia de vivienda para ocho millones de ciudadanos, y los aún 16 millones de pobres. Le duele que Brasil aparezca aún en los análisis y sondeos internacionales en el furgón de cola de los índices de calidad de vida, de calidad de la enseñanza primaria y de la distribución de renta; o en los puestos de cabeza en los de corrupción política y de asesinatos. Lula llegó a pedir que Brasil protestara públicamente por esos estudios internacionales, porque según él, “son injustos” con Brasil. Dilma prefiere callarse y trabajar para que dichos índices mejoren lo antes posible.
Lula, enemigo de planillas y estudios, era y es más político que Dilma. Se preocupaba más por mantener unida y feliz a la base aliada de los 12 partidos —desde la extrema izquierda a la extrema derecha— que apoyaban a su Gobierno. Dilma privilegia los resultados concretos. Si Lula llegó a afirmar que la salud pública era perfecta, Dilma se irritó en público cuando supo que en muchos hospitales se almacenaban aún empaquetadas o sin funcionar por falta de técnicos, cientos de máquinas para realizar mamografías que habían costado millones mientras las mujeres no conseguían hacerse los exámenes preventivos. Si Lula mantenía por amor a la unidad política del Gobierno a ministros acusados de corrupción, Dilma echó a seis de ellos antes de completar su primer año de gobierno, a pesar de que Lula pidiera a dichos ministros que “tuvieran caparazón y no dimitieran”. Son dos estilos diferentes de gobernar. Lula echaba la culpa de las acusaciones de corrupción a las intrigas de la oposición, Dilma los pone en la calle. Y ésta, con su sola autoridad, sin el carisma de Lula, está consiguiendo disciplinar mejor que él las votaciones del Congreso a favor de su gestión.
Lo curioso es que Brasil, que a pesar del peso del atraso que arrastra ha tomado el tren del progreso y camina ya con respeto internacional en el mundo actual convulsionado y en crisis, ha necesitado y sigue necesitando para ello, primero del mito de Lula, el genio de la publicidad que supo vender, como nadie lo había sabido hacer en el pasado, su país al mundo, y ahora del antimito de Dilma. Lo que ésta pretende con su obsesión por los resultados en la gestión de lo público, con su estilo discreto, con minúscula y sobre todo con sus gestos simbólicos, es convertir en realidad el Brasil que Lula vendió al mundo. Sus últimos gestos van por ese camino: colocar en su Gobierno a personas cualificadas para el cargo sin tener excesivamente en cuenta los apetitos a veces espurios de los políticos, como el nombramiento para el importante Ministerio de Ciencia y Tecnología de un físico, Marco Antonio Raupp, y de una química, María da Graça Fuster, como presidenta de Petrobras, la empresa más importante y emblemática del país.
A ello hay que añadir sus dos grandes eslóganes que forman parte ya de su biografía de presidenta y que revelan tanto su desasosiego con la corrupción política o económica como su defensa a ultranza de la libertad de expresión —el supremo valor democrático— hoy tan castigado en otros países de este continente americano y que ella está respetando con rigor y convicción. Uno es “seré inflexible en mi lucha contra la ilegalidad”, y el otro, “prefiero el ruido de los periódicos al silencio de las dictaduras”. Frente a una parte de su propio partido que le exigía el eufemístico control social de los medios, respondió con humor: “Yo no conozco otro control que el mando de la televisión”. En este primer año de gobierno ha sido fiel a ambos principios, base de su presidencia, que entre otros frutos le ha brindado el consenso de la clase media que no la había votado. El resto se verá.
Fonte: http://elpais.com/elpais/2012/02/23/opinion/1330023859_594511.html
Texto
El mito de Lula y el antimito de Dilma
O mito de Lula e o antimito de Dilma
Brasil está cambiando, a mejor, gracias a una antítesis: el mito de Lula frente al antimito de Dilma. Son dos caras de una misma moneda, ambos responsables del salto dado por Brasil hasta convertirse en la sexta potencia económica del mundo. El mito de Lula, creado a través de sus méritos de genio de la política y de su biografía de niño pobre del norte que huyó con su familia a la rica São Paulo en busca de trabajo; y que de limpiabotas y vendedor ambulante, sin poder estudiar, pasó a fundador del mayor partido de izquierdas de América Latina y sindicalista de hierro, se nutre de superlativos. El antimito de Dilma está más bien basado en los diminutivos.
O Brasil está mudando, para melhor, graças a uma antítese: o mito de Lula frente ao antimito de Dilma. São duas caras da mesma moeda, ambos responsáveis pelo salto dado pelo Brasil até converter-se na sexta potência econômica do mundo. O mito de Lula, criado por meio de seus méritos de gênio da política e de sua biografia de menino pobre do norte que fugiu com sua família para a rica São Paulo em busca de trabalho; e que de engraxate e vendedor ambulante, sem poder estudar, passou a fundador do maior partido de esquerda da América Latina e a sindicalista de metalúrgica, nutre-se de superlativos. O antimito de Dilma está mais bem baseado nos diminutivos.
El mito de Lula quedó consagrado por Obama, cuando calificó al líder brasileño en la cumbre de su gloria de “político del mundo”. Su mito vendió al mundo no sólo las posibilidades aún en ciernes de un Brasil con mil sombras y lagunas, sino del país ideal donde todo, hasta la sanidad pública “había alcanzado la perfección”. A Lula le bastaba decir, fuera y dentro del país, que en Brasil ya no había pobres, que Europa tenía que aprender de aquí, o que se habían construido millones de casas populares, para que sus palabras se transformaran en la realidad percibida, porque los mitos no se equivocan ni son discutidos. Pero Lula también creó realidades muy concretas, como la llegada a la clase media de 30 millones de pobres. El mantenimiento de la política económica liberal de su antecesor Cardoso, fue imprescindible para devolver a Brasil su orgullo nacional perdido y proyectar el país a nivel planetario haciéndolo objeto de deseo de los empresarios de medio mundo.
O mito de Lula acabou consagrado por Obama, quando qualificou o líder brasileiro na reunião de sua de glória como “político do mundo”. Seu mito vendeu ao mundo não somente as possibilidades ainda inacabadas de um Brasil com mil sombras e lacunas, senão de um país onde tudo, até a saúde pública “havia alcançado a perfeição”. A Lula lhe bastava dizer, fora e dentro do país, que no Brasil já não havia pobres, que a Europa teria que aprender ali (com o Brasil), como se havia construído milhões de casas populares, para que suas palavras se transformassem em realidade percebida, porque os mitos não se equivocam nem são discutidos. Porém, Lula também criou realizade muito concretas, como a chegada à classe média de 30 milhões de pobres. A manutenção da política econômica liberal de seu antecessor Cardoso, foi imprescindível para devolver ao Brasil seu orgulho nacional perdido e projetar o país a nível planetário fazendo-o objeto de desejo dos empresários de meio mundo.
¿Y el antimito de Dilma? Curiosamente a ésta la llevó al poder Lula con la fuerza de su popularidad y la promesa de que ella continuaría el mito de un Brasil ya perfecto. Dilma, sin embargo, ya en su primer año de gobierno se ha revelado como un verdadero antimito. Su fuerza es la ausencia de hipérboles; su eficacia, la fuerza de sus gestos simbólicos. Lula gritaba, Dilma susurra o grita sólo en privado a los ministros que no ofrecen resultados en su gestión. Habla poco, no le gusta aparecer. Trabaja en el palacio presidencial todo el día. Sale sólo lo indispensable y, en general, de mala gana.
E o antimito Dilma? Curiosamente levou-a ao poder Lula com a força de sua popularidade e a promessa de que ela continuaria o mito de um Brasil já perfeito. Dilma, sem embargo, já em seu primeiro ano de governo há se revelado como um verdadeiro antimito. Sua força é a ausência de hipórboles; sua eficácia, a força de seus gestos simbólicos. Lula gritava, Dilma sussura ou grita somente em particular para os ministros que não ofererem resultados em sua gestão. Fala pouco, não gosta de aparecer. Trabalha no palácio presidencial todo o dia. Sai somente para o indispensável e, em geral, de má vontade.
Cómo se explica que en un país acostumbrado al mito de Lula que lo ocupaba todo con la fuerza de su carisma, la discreta Dilma le haya superado —y ampliamente— en consenso popular tras un año en el Gobierno y apareciendo justamente como un antimito? Aunque es aún pronto para responder a esa pregunta, algunas respuestas empiezan sin embargo a pergeñarse. A los brasileños les está agradando el carácter simbólico y antihéroe de Dilma que ha usado muy poco su biografía de ex guerrillera, de ex presa y ex torturada durante la dictadura militar, y que es capaz de no negar lo que a Brasil le falta aún para ser de verdad un gigante americano.
Como se explica que em país acostumado ao mito de Lula, que o ocupava todo com a força de seu carisma, que a discreta Dilma já o haja superado – e amplamente – em consenso popular após um ano Governo e aparecendo justamente como um antimito? Todavia é ainda cedo para responder a essa pergunta, algumas respostas começam sem embargo a desenhar-se. Aos brasileiros está lhes agradando o caráter simbólico e anti-heróico de Dilma que há usado muito pouco sua biografia de ex-guerrilheira, de ex-presa e ex-torturada durante a ditadura militar, e que é capaz de não negar que ao Brasil ainda falta (algo) para ser de verdade um gigante americano.
Ante la sociedad y sobretodo en privado, ante sus ministros y altos funcionarios, Dilma se irrita con lo que en Brasil aún no funciona: sus infraestructuras, su violencia crónica, su falta de eficiencia en la gestión de la máquina pública, la carencia de vivienda para ocho millones de ciudadanos, y los aún 16 millones de pobres. Le duele que Brasil aparezca aún en los análisis y sondeos internacionales en el furgón de cola de los índices de calidad de vida, de calidad de la enseñanza primaria y de la distribución de renta; o en los puestos de cabeza en los de corrupción política y de asesinatos. Lula llegó a pedir que Brasil protestara públicamente por esos estudios internacionales, porque según él, “son injustos” con Brasil. Dilma prefiere callarse y trabajar para que dichos índices mejoren lo antes posible.
Diante da sociedade e sobretudo em particular, diante de seus ministros e altos funcionários, Dilma irrita-se com o que no Brasil ainda não funciona: suas infraestruturas, sua violência crônica, sua falta de eficiência na gestão da máquina pública, a carência de habitação para oito milhões de cidadãos, e os ainda 16 milhões de pobres. Doe-lhe que o Brasil apareça ainda nas análises e pesquisas internacionais no fim da lista dos índices de qualidade de vida, de qualidade na educação primária e na distribuição de renda; ou no início da lista de corrupção política e de assassinatos. Lula chegou a pedir que o Brasil protestasse publicamente por esses estudos internacionais, porque sendo ele, “são injustos” com o Brasil. Dilma prefere se calar e trabalhar para que ditos índices melhorem o quanto antes possível.
Lula, enemigo de planillas y estudios, era y es más político que Dilma. Se preocupaba más por mantener unida y feliz a la base aliada de los 12 partidos —desde la extrema izquierda a la extrema derecha— que apoyaban a su Gobierno. Dilma privilegia los resultados concretos. Si Lula llegó a afirmar que la salud pública era perfecta, Dilma se irritó en público cuando supo que en muchos hospitales se almacenaban aún empaquetadas o sin funcionar por falta de técnicos, cientos de máquinas para realizar mamografías que habían costado millones mientras las mujeres no conseguían hacerse los exámenes preventivos. Si Lula mantenía por amor a la unidad política del Gobierno a ministros acusados de corrupción, Dilma echó a seis de ellos antes de completar su primer año de gobierno, a pesar de que Lula pidiera a dichos ministros que “tuvieran caparazón y no dimitieran”. Son dos estilos diferentes de gobernar. Lula echaba la culpa de las acusaciones de corrupción a las intrigas de la oposición, Dilma los pone en la calle. Y ésta, con su sola autoridad, sin el carisma de Lula, está consiguiendo disciplinar mejor que él las votaciones del Congreso a favor de su gestión.
Lula, inimigo de planilhas e estudos, era e é mais político que Dilma. Preocupava-se mais por manter unida e feliz a base aliada dos 12 partidos – desde a extrema esquerda até a extrema direita – que apoiavam o Governo. Dilma previlegia os resultados concretos. Se Lula chegou a afirmar que a saúde pública era perfeita, Dilma irritou-se em público quando soube que em muitos hospitais armazenavam-se ainda empacotadas ou sem funcionar por falta de técnicos, centenas de máquinas para realizar mamografias que haviam custado milhões enquanto as mulheres não conseguiam fazer os exames preventivos. Se Lula mantinha por amor a unidade política do Governo a ministros acusados de corrupção, Dilma demitiu seis deles antes de completar seu primeiro ano de Governo, apesar de que Lula pediu que ditos “ministros que tivessem uma cobertura não fossem demitidos”. São dois estilos diferentes de governar. Lula jogava a culpa das acusações de corrupção a intrigas da oposição, Dilma os põe na rua. E ela está, somente com sua autoridade, sem o carismo de Lula, conseguindo disciplinar melhor que ele as votações do Congresso a favor de sua gestão.
Lo curioso es que Brasil, que a pesar del peso del atraso que arrastra ha tomado el tren del progreso y camina ya con respeto internacional en el mundo actual convulsionado y en crisis, ha necesitado y sigue necesitando para ello, primero del mito de Lula, el genio de la publicidad que supo vender, como nadie lo había sabido hacer en el pasado, su país al mundo, y ahora del antimito de Dilma. Lo que ésta pretende con su obsesión por los resultados en la gestión de lo público, con su estilo discreto, con minúscula y sobre todo con sus gestos simbólicos, es convertir en realidad el Brasil que Lula vendió al mundo. Sus últimos gestos van por ese camino: colocar en su Gobierno a personas cualificadas para el cargo sin tener excesivamente en cuenta los apetitos a veces espurios de los políticos, como el nombramiento para el importante Ministerio de Ciencia y Tecnología de un físico, Marco Antonio Raupp, y de una química, María da Graça Fuster, como presidenta de Petrobras, la empresa más importante y emblemática del país.
O curioso é que o Brasil, que apesar do peso do atraso que arrasta há tomado o trem do progresso e caminha já com respeito internacional no mundo atual convulsionado e em crise, há necessitado e segue necessitando para isso, primeiro do mito de Lula, o gênio da publicidade que soube vender, como ninguém o havia sabido fazer no passado, seu país ao mundo, e agora do antimito de Dilma. O que está pretende com sua obsessão pelos resultados na gestão do público, com seu estilo discrito, com minúscula e sobretudo com seus gestos simbólicos, é convertir em realidade o Brasil que Lula vendou ao mundo. Seus últimos gestos vão por esse caminho: colocar em seu Governo pessoas qualificadas para o cargo sem ter excessivamente em conta os apetites as vezes espúrios dos políticos, como a nomeação para o importante Ministério de Ciência e Tecnologia de um físico, Marco Antonio Raupp, e de uma química, Maria da Graça Fuster, como presidente da Petrobras, a empresa mais importante e emblemática do país.
A ello hay que añadir sus dos grandes eslóganes que forman parte ya de su biografía de presidenta y que revelan tanto su desasosiego con la corrupción política o económica como su defensa a ultranza de la libertad de expresión —el supremo valor democrático— hoy tan castigado en otros países de este continente americano y que ella está respetando con rigor y convicción. Uno es “seré inflexible en mi lucha contra la ilegalidad”, y el otro, “prefiero el ruido de los periódicos al silencio de las dictaduras”. Frente a una parte de su propio partido que le exigía el eufemístico control social de los medios, respondió con humor: “Yo no conozco otro control que el mando de la televisión”. En este primer año de gobierno ha sido fiel a ambos principios, base de su presidencia, que entre otros frutos le ha brindado el consenso de la clase media que no la había votado. El resto se verá.
A isso há que se acrescentar seus dois grandes eslogans que foram parte já de sua biografia de presidente e que revelan tanto seu desasossego com a corrupção política ou econômica como sua defesa constante da liberdade de expressão – o supremo valor democrático – hoje tão castigado em outros países deste continente americano e que ela está respeitando com rigor e convicção. Um é “ser inflexível em minha luta contra a ilegadade”, e outro, “prefiro o ruído dos jornais ao silêncio das ditaduras”. Frente a uma parte de seu próprio partido que exigia o eufemístico controle social dos meios de comunicação, respondeu como humor: “Já não conheço outro controle que o controle remoto da televisão”. Neste primeiro ano de governo há sido fiel a ambos os princípios, base de sua presidência, que entre outros frutos lhe há brindado o consenso da classe média que não havia votado nela. O resto ver-se-á.
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